Centro Cultural Santa Clara en Portugalete
sábado, 16 de noviembre de 2024
Exposición Itinerante en Portugalete 2024
viernes, 8 de noviembre de 2024
viernes, 13 de septiembre de 2024
lunes, 2 de septiembre de 2024
jueves, 22 de agosto de 2024
Fallo del XLI Concurso de FOTOGRAFÍA " Ciudad de Frías"
Nota de Prensa del Fallo del jurado
Lorena Rodríguez Muñoz de Berlanga de Duero (Soria) ha resultado ganadora de la XLI edición del Concurso Nacional de Fotografía "Ciudad de Frías", al que han concurrido un total de 138 obras. La fotografía premiada, "Entre Costuras”, ha sido dotada con 300 euros.
Entre Costuras |
El segundo premio, de 200 euros, ha correspondido a la obra " Skay Line Frías ", de Juan Arnaiz Veiga de Oña (Burgos).
Skay Line Frías |
El tercer premio con una dotación de 100 euros fue para la obra “Tormenta sobre Frías” de Ignacio Cagigas Dos Santos, de El Astillero (Cantabria).
Tormenta sobre Frías |
El jurado tras una larga deliberación, dada la calidad de las obras presentadas, acordó otorgar dos Menciónes de Honor a las siguientes fotografías: “Nieblas en el Ebro” de Elena Martínez Cuevas de Frías (Burgos) y “Frías por la noche - Casas colgadas” de Rupert Mortom de Madrid.
Nieblas en el Ebro |
Frías Nocturno - Casas colgadas |
El jurado
estuvo formado por los siguientes señores:
Don Valentín Vega Lázaro, Fotógrafo
Profesional.
Don Carlos Lino Calderón, Fotógrafo premiado en
el concurso.
Don J. Antonio Vallejo , Fotógrafo premiado en años anteriores.
Don José Ignacio Sainz Arnaiz, en calidad de secretario.
Dada la
experiencia y éxito de los años anteriores de facilitar la presencia en el
concurso digitalmente sin desplazarse para la entrega, la participación este
año ha sido de 138 fotografías .La Asociación Amigos de Frías con agradece a
los concursantes su participación y la calidad de las fotografías presentadas al
concurso.
Al mismo
tiempo disfrutaremos de la ceremonia de entrega de premios durante la cena de
la Amistad que celebra la Asociación Amigos de Frías, en el 50 aniversario de
su fundación, el sábado 24 de agosto en el patio de Armas del castillo de los
Duques de Frías. Nuevamente se podrá ver en la sala de Cultura de la Ciudad de
Frías la exposición física de los premios y proyectada en TV del resto de
fotografías concursantes.
Las obras presentadas al concurso serán expuestas hasta el 30 de agosto en la Casa de Cultura de Frías y del día 3 hasta el 29 de septiembre, del mismo modo, en el Teatro Principal de Burgos, junto con las del XXXVII concurso de Pintura. A continuación seguirá la exposición itinerante por Medina de Pomar, Miranda de Ebro, Bermeo, Portugalete, Barakaldo y Getxo
sábado, 10 de agosto de 2024
Primer Premio Concurso de Relato Corto Ciudad de Frías
Un rincón al margen del mundo
Seudónimo. XXL
En una de esas decisiones que a veces se toman creyendo acertadas y que el tiempo desvela como erróneas, mis padres se trasladaron de Frías a Burgos cuando yo tenía apenas un año. Mi padre, defensor a ultranza de su tierra, embaucado por los cantos de sirena de las grandes urbes, no acertó a ver su yerro en los primeros años después de su traslado. Para cuando aceptó que su vida no era tal y como había esperado, aceptaba su sino con la resignación del reo que sigue arrastrando los pies, incluso cuando ya le han retirado los grilletes.
Mi madre trabajaba en una ferretería del centro y mi padre en una empresa de encurtidos del extrarradio, a razón de nueve horas de lunes a sábado, por un salario que apenas nos daba para vivir un par de palmos por encima de la miseria.
Era tal su desenfrenado ritmo de vida, que ambos veían con buenos ojos —o más bien lo deseaban a rabiar— que yo pasara buena parte de los fines de semana, casi todos los puentes y la práctica totalidad del verano, en Frías con el abuelo. «Así no pierde el arraigo»; solía decir mi padre, con la esperanza de que yo purgara la culpa cuyo peso sentía sobre los hombros, como un yugo de plomo, por el abandono al que había sometido a su pueblo.
Así fue como, durante mi infancia, me sentía más fredense que burgalés. Era tal la libertad que sentía en el pueblo de mi abuelo Antonio, que comencé a aborrecer el encorsetamiento que me oprimía cuando vivía en la ciudad y del que era liberado en el momento en que ponía los pies en Frías.
Aguardaba los días de asueto en Frías como el cautivo anhela las horas de patio. Años en los que mi única preocupación era jugar a la trompa o las canicas en la calle, correr de casa en casa sin que nadie gritara a nuestra espalda o comer asado los sábados, después de que el abuelo preparara la parrilla en el patio trasero de su casa, desde cuyas habitaciones se podía contemplar el cerro que se despeñaba desde aquellas construcciones, que formaban parte de la roca como la uña lo hace de un dedo.
Fue allí, un día después de comer una sabrosa morcilla asada, que el abuelo acompañaba con chorizo y otras suculencias que aliñaban uno de los más sabrosos y sencillos de bocados de la región, cuando me desveló la existencia de su insólito amigo.
—¿Quieres ver algo precioso? ¿Quieres conocer a Veleta? Pero tienes que estar en un silencio absoluto, no vaya a asustarse y no vuelva —me dijo, con un tono de voz enigmático, como el que empleaba el locutor de radio que narraba «La guerra de los mundos».
—Claro —asentí.
—De acuerdo, vamos —replicó él a su vez, arrancando un pellizco de pan de hogaza, con el que recogió del ribete del plato naranja de duralex un trozo de morcilla.
Ascendimos a la cocina y mi abuelo me pidió que me quedara sentado en una esquina de la ventana que daba al pequeño balcón, desde el que se podía contemplar la agreste belleza que abrazaba al pueblo. Ceremonioso, como si la secuencia que estaba a punto de darse formara parte de un ritual atávico, mi abuelo abrió la mano con los restos de pan y morcilla desmigada sobre la palma.
No lo vi llegar, era la primera vez que contemplaba aquel encuentro y no sabía hacia dónde mirar. Al poco, empero, unos metros por delante del sonriente rostro de mi abuelo comenzó a revolotear un jilguero; uno con los colores tan vivos que parecía refulgir con los rayos de sol que alumbraban Frías aquel mediodía.
Sin dejar de agitarse de tal modo que comprendí el porqué de que mi abuelo lo llamase «Veleta», el jilguero se acercó hasta su mano, se posó sobre el dedo pulgar y tras dedicar a mi abuelo una mirada, entre insolente y amistosa, comenzó a picotear los restos de morcilla y pan. Mi abuelo le hablaba en voz baja, le decía que era el pájaro más bello del mundo, que daba color y alegría a un lugar ya de por sí bucólico, como eran Frías y su entorno, que siempre estaría allí para alimentarlo. Veleta, después de alimentarse, alzó la cabeza, trinó con entusiasmo una enérgica tonada y después, en el preciso instante en que asomé la cabeza al balconcillo, echó a volar con la misma atolondrada agitación con la que había llegado.
—¡Yo también quiero hacerlo! ¡Yo también quiero alimentar a ese pajarillo y decirle cosas bonitas! —exclamé, con la voz atiplada y gritona propia de mi edad.
—Ni siquiera sé por qué me ha elegido a mí. Es complicado, pero ya ves lo que ocurre cuando descubre a alguien que no soy yo —me respondió.
Así se dio una y otra vez. Cada día sometía a los encuentros entre el abuelo y Veleta a mi estricta vigilancia, con otras tantas tentativas por acercarme, pero siempre con idéntico resultado. Cada vez que Veleta me veía, batía las alas y partía agitándose en el aire, como si no supiera bien hacia donde volar; mi abuelo decía que lo hacía así, porque, a fin de cuentas, cada rincón de Frías era igual de bello que los demás. La única certeza de aquel año, era que aquel jilguero tan sólo aceptaba la compañía de mi abuelo y que su vuelo era tan indescifrable como la incógnita de su presencia y origen.
Con el paso de los años y mi entrada en la adolescencia, donde otros intereses más maduros y rijosos, me asaltaron, comencé a distanciar mis visitas al abuelo en Frías. La vida de mis padres en Burgos continuaba siendo del todo alocada y yo y mis preocupaciones de adolescente éramos algo secundario para ellos. Pero ya me había sumido en el mundo de descubrimiento de la pubescencia, por lo que, y aunque ahora me sonroje el rememorarlo, poco a poco fui distanciándome tanto de mi abuelo como de Frías. O, lo que es lo mismo, me distancié del lugar en el que mis latidos habían tomado la cadencia que habría de guiarme a lo largo de mí vida y de la persona que les había dado cuerda desde que era poco más que un bebé.
Así, hasta que con el paso de los años dejé de visitar la casa del abuelo hasta que una llamada de mi padre, cuando hacía un par de años que había partido a cursar mis estudios universitarios a Madrid, me dio la noticia que siempre había temido, por más que hiciera casi nueve meses que no me llegaba a Frías. El abuelo había muerto. Lo había hecho en silencio, en la casa del pueblo, en su habitación, con la ventana abierta. Al menos —recuerdo que pensé—, se había sumido en el sueño eterno con sus labios rescatando aquel fresco y amable aroma que acariciaba el rostro de las casas colgadas al llegar la noche.
Las exequias fueron breves y poco concurridas, como suelen serlo en los lugares donde ha arraigado esa gangrena que supone el éxodo rural. A la salida de la iglesia, antes de partir al crematorio y tras recibir las condolencias de los ancianos que se habían acercado al sepelio, para despedirse de uno de sus amigos, conscientes como eran de que cualquiera de ellos engrosaría el añoso camposanto fredense en no mucho tardar, mi padre me pidió que antes de volver colgará un par de carteles de «Se Vende». Mi padre no tenía intención de regresar, sumido como seguía en la desenfrenada vida urbanita. Por lo que, la venta de la casa, de la que decía no guardaba ese arraigo que yo, sin embargo, sí que profesaba, sería un empujón económico.
Así que partí hacía la casa del abuelo con la culpa sobre los hombros, lágrimas horadándome las mejillas y una horrible sensación de que caminaba sobre las cenizas del niño cuya presencia aún espejeaba en aquellas calles.
Al abrir la puerta inferior un denso aroma a cerrado me colapsó el olfato y terminó de derribar el dique que contenía a duras penas las lágrimas de culpabilidad, que me abrasaban los ojos. Más aún, cuando entre las manos sujetaba dos enormes carteles de «Se Vende», que mi padre había mandado hacer en madera, para que soportaran las inclemencias de un invierno, ya inminente.
Caminé por la casa y, al pasar por la cocina, hallé junto a la alacena una hogaza. Quizá, a juzgar por el apelmazado de la miga, llevara allí tres o cuatro días, cinco a lo sumo. Recordé entonces a aquel lejano jilguero, «Veleta», que comía de la mano de mi abuelo.
Como si los años no hubieran pasado y viendo reflejado a mi abuelo en mis movimientos, desmenucé un pellizco de hogaza en mi mano y salí al balcón. Abrí la palma y contemplé el añil del horizonte con una media sonrisa preñada de nostalgia en mis labios. Me sentía más miserable que nunca. No solo había abandonado y, por ende, olvidado a mi abuelo. También había obviado que mis latidos aún reverberaban entre las breves calles de uno de los rincones más bellos de España.
No era posible, pero sucedió. Resultaba del todo impensable, pero así se dio.
No habían transcurrido siquiera unos segundos, cuando un jilguero de vuelo indeciso se acercó hasta el balcón de la casa de mi abuelo. Cruzó un par de veces sobre mi cabeza antes de posarse, delicadamente, sobre mi pulgar diestro.
Era imposible que fuese él. ¿Cuánto tiempo habían transcurrido?
La vida de un jilguero, en libertad, rara vez alcanza la década y habían pasado casi dos desde nuestro primer encuentro. Sin embargo, me obligué a creer que era él. Su pelaje ya no era brillante, sino mateado. El negro había demudado en un gris oscuro. Y la serena insolencia de su rostro, había metamorfoseado en un gesto cansado, de anciano curtido por la experiencia y el dolor que siempre alicata toda vida longeva.
Antes de picotear las migas, me miró con la desconfianza de quien no alcanza a comprender qué ocurre. Aun así, me extrañó que confiase lo suficiente como para posarse sobre mi mano y comer. Quise creer que con el paso de los años mis facciones me asemejaban a mi abuelo. O quizá recordaba a aquel niño que se asomaba tímidamente por la puerta del balcón, antes de que él, esquivo, joven y bizarro, echara a volar.
—No va a volver —le dije, en apenas un bisbiseo ininteligible —. Él también ha volado—anexé.
Trató de trinar, pero de su garganta sólo emergió un gorgojeo, similar al tosido estertóreo de un tísico. Después agitó sus alas y voló en línea recta hacia el sur. Era la primera ocasión en que lo contemplaba volar de una forma tan serena, lineal, como si al fin supiera hacia dónde tenía que dirigirse, desde aquella ventana al fin del mundo.
Fui consciente de que jamás regresaría.
Descendí hasta el patio trasero de la casa, partí a patadas los dos carteles de madera de «Se Vende» y los prendí fuego, hasta conseguir unas vigorosas llamas. Coloqué la parrilla sobre el fuego y me preparé, como antaño, una de las deliciosas morcillas que aún conservaba mi abuelo colgadas de las vigas de madera del desván.
Al rato, un jilguero joven, de colores vivos e intuida altanería, se posó sobre el murete que daba a la Campa de las Heras. Sonreí, desmenucé un trozo de morcilla en la palma de mi mano y extendí el brazo hacia aquella bellísima ave. El jilguero alzó el vuelo, se elevó y partió en dirección a… quién sabe; quizá hacia el puente, el lavadero o puede que a refrescarse en la Cascada del Molinar. Como decía mi abuelo, eran tan bellos todos los rincones de Frías, que daba igual si se visitaba uno u otro.
No me importó que aquel día huyera así. Sabía que regresaría y, sobre todo, sabía que yo seguiría allí, esperándolo, sintiéndome parte del latido que bombeaba bajo los adoquines de las calles del pueblo. Era plenamente consciente de que la magia que no había hecho si no empezar en aquel preciso instante, no finalizaría hasta que ambos, aquel joven jilguero y yo, volásemos desde la ventana de la casa de mi abuelo, hacia ese lugar eterno desde donde otearíamos la atemporal belleza de un rincón al margen del mundo.
Relato Ganador del Primer Premio del I Concurso de Relato Corto "Ciudad de Frías".
Autor: Ernesto Tubía Landeras, residente en Logroño.
jueves, 8 de agosto de 2024
Fallo Concurso de Relato corto "Ciudad de Frías"
- Fátima Díez, escritora que engloba la novela negra, de suspense y de denuncia social. Lectora apasionada, organiza semanas de libros y talleres culturales.
- Mª José Mielgo, escritora y editora de la Revista LITERARTE; es fundadora, igualmente, desde el 2015 de LITERARTE editorial y organizadora de eventos.
- Ángela López de Arriba, lectora apasionada con un blog en Instagram de reseña de libros y entrevistas a escritores.
- Y Sonia Corcuera, economista, emprendedora y escritora.
sábado, 20 de julio de 2024
viernes, 5 de julio de 2024
Fallo XXXVII Concurso Nacional de Pintura Ciudad de Frías 2024
XXXVII Concurso Nacional de Pintura “CIUDAD DE FRÍAS”
Modalidad: “Rápida” o “al Aire Libre”
NOTA DE PRENSA, 05/07/2024
El pintor Cristóbal León García de Málaga, se alzó
ganador del XXXVII Concurso Nacional de Pintura ‘Ciudad de Frías’ con su obra “Espadaña”, sobre un total de 79 artistas
de todo el país. El premio patrocinado por La
Diputación Provincial de Burgos está dotado con 2.000€ con motivo del 50
aniversario de la Asociación Amigos de Frías.
Premiados con el jurado |
El segundo premio fue para la obra “El Ebro a
contraluz” de Pablo
Rubén López Sanz de Griñón (Madrid) y
estaba dotado con 1.500€ patrocinados por Enerfrías.
El Tercer premio, dotado con 1.000€ y patrocinado por Aduriz Energía, ha correspondido al
artista Miguel Carlos Montesinos Aragonés de La Vall D’Uixó (Castellón) por
su cuadro “Tobera, Frías”.
El tercero, premio Benito Martínez Bemar, de 600€, concedido por la Asociación de Amigos de Frías, correspondió
a Leticia Gaspar García de Bilbao (Bizkaia)
que tituló su obra “Desde las almenas”.
Se otorgó también Mención de Honor a los siguientes artistas que
quedaron finalistas:
D. José Manuel Aznar Díaz, deSan Quintín de Mediona (Barcelona) con la obra " Frías Expresionista".
D. Ana Sánchez Lucas, de Almería con la obra " En la sombra del puente de Frías".
D. Juan Manuel Campos Guisado de Alcobendas (Madrid) con la obra “Puente romano”
D. Miao Du de Madrid con la obra “El puente nuevo”
El Jurado, estuvo
compuesto por los siguientes señores:
v Don
Alejandro Quincoces, Ldo. en Bellas
Artes y Pintor (Premio BMW en 1999), como presidente.
v Don
Guillermo
Sedano, pintor que más premios ha obtenido en Frías ganador 2010,
premio BMW.
v Don
Paola de Miguel, Licenciada en
Historia del Arte, pintora, Primer premio en 1997.
v Don
Rafael Mediavilla, pintor de Burgos.
v Doña
Teresa González Castrillo, Coordinadora
de exposiciones del Ayuntamiento de Burgos.
v
Don José Ignacio Sainz Arnaiz, en calidad de secretario.
El fallo se comunicó en
el Salón de Plenos del Ilmo. Ayuntamiento de la ciudad de Frías presidido por
su Teniente Alcalde y gerente de Enerfrías, Luis Molinuevo, la concejala de Cultura
Dña. Silvia Quintana, el Presidente de la Asociación Amigos de Frías, D. José
Ignacio Sainz, D. Javier Peña representando a la Diputación y D. Ángel Mª
Martínez del Rio a Aduriz Energía, todo ello en presencia del jurado y
numerosos vecinos y participantes del concurso. La entrega de los premios se
realizó en ese momento.
El certamen, organizado por la Asociación Amigos de Frías, patrocinado por El Ayuntamiento de la Ciudad de Frías a través de la empresa Enerfrías, Aduriz Energía, Amigos de Frías y con premio especial de la Diputación Provincial de Burgos en esta edición, alcanza el récord de participantes “al aire libre” llegando a 79. Muy temprano con la afluencia de pintores de muy variada procedencia por las calles y alrededores de Frías alcanzó el nivel de calidad máximo con relación a años anteriores, recuperando además una estampa típica de tan pintoresca ciudad.
Las mejores obras
premiadas y seleccionadas en el concurso, con un total de 35 serán expuestas durante
el mes de agosto en la Casa de Cultura de Frías y del día 30 de agosto hasta el
16 de septiembre en el Teatro Principal de Burgos. Entre los meses de octubre y
mayo, serán exhibidas, en una muestra itinerante, en diversas salas de Burgos y
Vizcaya.
En Frías a 5 de
Julio de 2024
martes, 25 de junio de 2024
Exposición 50 Aniversario Concurso Nacional de Pintura Ciudad de Frías
Si alguna actividad de las organizadas por los Amigos de Frías merece una mención especial, esa es el concurso más emblemático y que más prestigio ha dado a nuestra Asociación y a nuestra Ciudad: el Concurso Nacional de Pintura Ciudad de Frías.
Durante 20 años el concurso nacional de pintura CIUDAD DE FRÍAS, fue patrocinado expresamente por CAJACIRCULO Y NUCLENOR, con más de 2.000 cuadros presentados y con gran éxito entre los artistas y público en general; se exhibieron en exposición itinerante anual los 30 cuadros seleccionados como más representativos de cada concurso por diversas salas de las provincias de Burgos, Álava y Vizcaya.
En el año 2008, en plena crisis económica, pasó a ser patrocinado por la FUNDACIÓN PATRIMONIO NATURAL de la Junta de Castilla y León, transformándose definitivamente en el actual concurso de Pintura al Aire Libre ; formato que se mantiene desde entonces llegando actualmente hasta su 37 edición junto a la exposición itinerante.
Ahora en el 50 aniversario de la fundación de la Asociación Amigos de Frías, con esta exposición, junto a la realizada en Burgos sobre aquellos primeros veinte años, añadimos la última etapa de la Pintura “Al Aire Libre”. En ella podremos ver las obras premiadas de pintores de renombre en el panorama actual de los concursos en dicho formato como Josemi Arranz, Fermín García Sevilla, Josep Plaja, Carlos Espiga, Ana Sánchez Lucas, José Manuel Aznar, Raimundo Argos, Federico Plasencia, Leticia Gaspar, Campos Guisado, Díaz Herrera, etc.
Con ambas queremos rendir homenaje a todos los que hicieron posible, en, que la Ciudad de Frías tuviese un referente en el arte y la cultura de nuestro país con su concurso de pintura.
Muchas gracias a los artistas que hicieron grande el concurso, a los patrocinadores por creer en él y apoyarlo. Pero, sobre todo, al pionero de esta aventura Benito Martínez “BEMAR”, el pintor de Frías y primer secretario de la Asociación en el Acta Fundacional redactada en el Círculo Burgalés de Barakaldo, que junto con los sucesivos presidentes, sus juntas directivas y la colaboración de algunos socios, fueron los artífices de este evento cultural que hace más grande a la ciudad más pequeña de España.
Mención especial al Centro comercial Max Center de Barakaldo por haber colaborado en materializar este recuerdo en una fecha tan entrañable para la Asociación Amigos de Frías.
José Ignacio Sainz Arnaiz
Presidente de la Asociación Amigos de Frías
miércoles, 5 de junio de 2024
XLI CONCURSO NACIONAL DE FOTOGRAFÍA " Ciudad de Frías"
XLI CONCURSO NACIONAL DE FOTOGRAFÍA " Ciudad de Frías"
PREMIOS:
PRIMER PREMIO 300 € Y TROFEO
SEGUNDO PREMIO 200 € Y TROFEO
TERCER PREMIO 100 € Y TROFEO
BASES AÑO 2022
- A este concurso podrán concurrir cuantos artistas lo deseen, siendo los temas presentados obligatoriamente relacionados con el folklore, costumbres, monumentos y paisajes de la Ciudad de Frías o de sus barrios de Tobera y Quintanaseca, los cuáles serán fácilmente identificables.
- Se admitirán hasta cuatro obras por cada participante, e irán presentadas en Formato Digital JPG sin ningún símbolo, nombre, título, firma, marca de agua, que identifiquen al autor; tampoco aquellas que lleven marcos o ribetes que de alguna manera enmarquen la imagen.
- El tamaño del lado mínimo de la fotografía de 30 cm y el máximo de 50 cm para una resolución de 254 ppp o su equivalente en cm o pixel para otras resoluciones como 72 o 300 ppp.
- Será condición indispensable que las fotografías presentadas no hayan sido premiadas en ningún otro Concurso, ni hayan participado con anterioridad en este mismo certamen. Los autores rellenando el formulario de inscripción acreditan la autoría de las mismas, cediendo a la asociación los derechos de exposición, reproducción y difusión sin ánimo de lucro para los fines de la misma. Los concursantes se responsabilizan totalmente de que no existen derechos de terceros en las obras presentadas, ni reclamación alguna por derechos de imagen.
- Las obras premiadas pasarán a ser propiedad de la "Asociación Amigos de Frías", pero no la Propiedad Intelectual de las mismas; la citada asociación se reserva el derecho de su entrega a terceros, reproducción o exposición, sin que ello suponga o sean exigibles derechos de autor. La remuneración de esta transmisión consistirá en el importe a que ascienden los premios establecidos.
- El plazo de admisión de las fotografías se iniciará el 20 de junio y finalizará el 31 de Julio, pudiendo la "Asociación Amigos de Frías" rechazar cualquiera de ellas, que no se ajuste estrictamente a lo establecido en las presentes bases.
- Cada concursante rellenará su correspondiente boletín de participación adjunto a estas bases, y en el que figurarán los datos del autor y sus obras. Caso de participar con más de una obra, bastará con un solo boletín en el que se incluirán los títulos de todas las obras, que irán reflejados también individualmente como nombre del fichero jpg de cada una de las fotografías (solo el título, sin el nombre del autor).
- La entrega y recepción de los ficheros con el boletín de inscripción, las fotografías y la fotocopia del DNI del concursante se realizarán a través del correo electrónico amigosdefrias@gmail.com con confirmación de su participación por el mismo medio por parte de la Asociación.
- El jurado será nombrado por la "Asociación Amigos de Frías», dándose a conocer junto al fallo emitido que será inapelable.
- La Organización se reserva el derecho de tomar iniciativas no reguladas en estas bases siempre que no alteren el contenido esencial de las mismas.
- Las obras que obtengan algún premio tendrán que enviarse a la organización con la máxima calidad y definición para imprimir con objeto de su exposición física.
- Todas las obras presentadas serán expuestas durante el mes de Agosto, en la Casa de Cultura Municipal de la Ciudad de Frías.
- El fallo del concurso será publicado en nuestra web www.amigosdefrias.es y comunicado directamente a los ganadores y los premios les serán entregados el 24 de agosto durante la Cena de la Amistad que se celebrara en el Patio de Armas del Castillo de la Ciudad de Frías.
- Cada autor podrá optar únicamente a uno sólo de los premios, los cuáles serán indivisibles, si bien el Jurado podrá declararlos desiertos o aprobar, por unanimidad, algún Accésit si lo considerara oportuno.
- El hecho de participar en este concurso supone la total aceptación de estas bases, quedando la "Asociación Amigos de Frías" facultada para decidir sobre los términos no contemplados en las mismas.